"Sea como fuere desde Puro Relajo y sin ánimo de ofender ni molestar a nadie, hemos querido hacer este pequeño homenaje a Nicolás Ochagavía y rescatar del olvido este negro capítulo de la historia de Navarra, pero que por muy negro que sea, sigue siendo historia".
Videoclip de la canción 'Juan Charrasqueado', compuesta en 1945 por Víctor Cordero Aurrecoechea, incluida en el primer CD del grupo Puro Relajo.
Entra en este enlace y verás:
http://www.purorelajo.com/juan_charrasqueado.htm
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Sigue el Proceso nº 15 de 1911, sobre el asesinato del tabarés Nicolás Ochagavía.
Puro Relajo es un quinteto de músicos y cantantes que ofrece un repertorio compuesto principalmente por canciones mejicanas, rancheras, ... En su videoclip "Juan Charrasqueado" rinden homenaje al tabarés Nicolás Ochagavía. (Los que están en cuclillas son hijos de Marino García, de Tabar).
En Rocoforte. 22 personas fueron procesadas y encarceladas, unas recluídas en la cárcel de Aoiz y otras en la de Pamplona; entre ellas, los dos guardas de Rocaforte y Liédena y el alguacil de Rocaforte. No hago constar el nombre de las 22 personas, para evitar problemas, aunque hace ya 105 años que el trágico suceso conmocionó Tabar, la comarca y toda Navarra. Llegó el Proceso al Tribunal Supremo. Duró 8 años hasta su conclusión. Obran en mi poder dos sentencias y varios autos. Buscaré la última sentencia, la del Tribunal Supremo, que me temo no la encontraré, pues Don Agapito tenía que pagar mucho dinero y se declaró insolvente. Casa Ochagavía es un capítulo de esta web.
(1ª parte). Documento histórico: "EL CRIMEN DE ROCAFORTE", A.G.N. Recorte del periódico "El PENSAMIENTO NAVARRO", del día 19 de febrero de 1911. (la desaparición de la persona).
(2ª parte). Documento histórico: "EL CRIMEN DE ROCAFORTE", A.G.N. Recorte del periódico "El PENSAMIENTO NAVARRO", del día 25 de abril de 1911. (hallazgo del cadáver).
Asesinaron al tabarés Nicolás Ochagavía Arrieta, y lo arrojaron descuartizado, en un saco, al río Aragón, cerca de Cáseda.
Por fin he encontrado un largo proceso judicial, que comenzó el 19 de febrero de 1.911 con la denuncia de su padre Agapito Ochagavía Elorrio, y terminó la primera demanda a comienzos del 1914, con una sentencia poco convincente.
Don Agapito padre recurrió la sentencia ante el Tribunal Supremo, el 9 de enero de 1913.
El proceso terminó en 1919, parece que sin sentencia, por falta de solvencia de Don Agapito Ochagavía, al cual le exigieron mucho dinero para pagar las costas.
Hubo varios embargos de bienes a los acusados, con el fin de pagar a los jueces, que todos cobraron. Los "Ilmos. Sres." Fiscal y Jueces...sí que cobraron, aunque su trabajo no fue efectivo. Nada esclarecieron.
Don Agapito se quedó sin hijo y arruinado, con el gran dolor que tuvo que arrastrar durante toda su vida de haber perdido a un hijo de 19 años. Toda la familia Ochagavía sufrió lo indecible.
Don Agapito empleó la mayor parte de su tiempo, a partir del suceso, en viajar para esclarecer los hechos. Encontró muchos obstáculos, y no se dedicó de lleno a su oficio de zapatero, de lo que vivía. ¡Buscaba JUSTICIA para su hijo!
Al final los jueces de T.S. lo declararon insolvente y suspendieron la causa.
¡la justicia injusta!
Estuvieron implicados 12 mozos de Rocaforte, 5 mozos de Lumbier y 1 mozo de Gallipienzo.
Se cree que el verdadero criminal se fugó a América, pero no es seguro. Se taparon unos a otros. Además de los 18 mozos, estuvieron compinchados para callar el alcalde, el alguacil y el guarda de campo, los tres de Rocaforte. Y el guarda de campo de Liédena.
¡Cómo mentían!
Fue un proceso de más de 2.000 folios, debido al enredo, engaños, embustes y coartadas que hubo, para librar al verdadero criminal.
He encontrado parte del proceso, pues la mayoría de procesos criminales se han expurgado de los juzgados territoriales y sólo quedan las sentencias y alguna separata que se salvó del expurgo.
Llama la atención la primera declaración de Don Agapito Ochagavía, cómo describe a su hijo incapaz de pelearse con nadie.
A continuación expongo la 1ª declaración del padre de Nicolás Ochagavía:
"En la pieza 1ª a su folio 196 y 197 aparece la declaración prestada por Don Agapito Ochagavía ante el juzgado municipal de Urraul Bajo el 26 de febrero de 1911, el cual bajo promesa por mi honor de decir la verdad dijo que su manera de pensar es que mi hijo no ha salido de Rocaforte y que de esto mejor que nadie podían dar razón y cuenta el alcalde de Rocaforte, la casa donde por las fiestas se reunía la cuadrilla de los mozos del pueblo y el baratero o barateros y los mozos de Lumbier que estaban en Rocaforte en las fiestas.
Añade que así como se dice que su hijo perdió dineros, y también se dice que ganó dineros y sobre todo que su hijo no tenía motivo ninguno para no venir a la casa de sus padres si es que salió con vida de Rocaforte.
Y que les extraña mucho fuere llamado el alcalde de Rocaforte por cuestión de juego sin haber reyerta o cuestión.
Y que esto mismo se asegura de público que si a Nicolás se le hubiera dejado en libertad, él a casa hubiera venido, puesto que es sabido de todo el mundo que ningún motivo ha habido nunca para no venir él a su casa, pues ni se marchó reñido de casa ni nunca ha tenido disensiones ni riña ninguna con la familia y que esto lo sabe todo el público y no eso sólo sino que ni siquiera con los jóvenes del pueblo ha tenido nunca nada.
En una palabra, con ninguno ni de casa ni del pueblo ni de fuera nunca tuvo nada ni su calidad o carácter es para ocasionar disgustos ni disensiones, sino todo al contrario, muy generoso y afable con todos siempre y en todos sus actos.
Además nunca salió a más distancia que unas dos leguas de camino más bien cortas que largas de distancia del pueblo de Tabar y aun esto por su oficio de zapatero a las parroquias. Así lo dijo y en ello se afirmó ante el juez municipal Nicolás Pérez".
Esta causa, del Juzgado de Aoiz pasó a la Audiencia de Pamplona y de aquí al Tribunal Supremo.
Contando los folios de las 4 separatas que tuvo la primera parte del proceso y que se nombran en la 4ª, son más de 2.000 folios en total. (Hasta hoy día 5.1.2016, he encontrado la 4ª separata y dos sentencias)
Iré añadiendo lo investigado sobre este tema, que por suerte lo puedo consultar en el Archivo General de Navarra, donde ya están depositados los Procesos de más de 70 años de antigüedad, en este caso traídos de Aoiz a la Audiencia de Pamplona y de aquí al AGN.
Me temo que no encontraré la sentencia del Tribunal supremo, pues Don Agapito Ochagavía, padre del asesinado Nicolás, no pudo pagar lo que este tribunal le exigía: 1255,75 pesetas, que en aquel tiempo era mucho dinero.
Don Agapito consiguió un préstamo de 496,90 ptas, de la S.A. "La Agrícola de Pamplona", pero no fue suficiente. El Tribunal Supremo le exigía más dinero.
(AGN. Nº 185. Juzgado de Instrucción de Aoiz)
Libro registro de las causas criminales incoadas por ante el escribano Don Juan Bajo Vicente. Escribano habilitado con carácter interino.
(antes del expurgo, parece que hacen un poco de historia de la causa y la exponen en este nº 185)
"Por auto del 17 de enero de 1912, fue declarado concluso el sumario participándose el mismo día por oficio al Ilmo Sr Fiscal.
Y en siguiente día previo emplazamiento de todos los procesados se pasó el sumario original a la Audiencia de Pamplona con atenta comunicación compuesto de 4 piezas que constan en junto y con foliatura correlativa de 1.149 folios; pasándose también otra pieza independiente y separada formada para los antecedentes penales y demás datos estadísticos y de rebeldía de los procesados que consta de 160 folios; así como también las 4 piezas de prisión de los procesados que consta la de los 17 primeros de 9 folios; la de los tres restantes de 14 folios; la de Esteban Monreal 2 folios y la de Fermina Barón de otros 2 folios.
Quedan en este juzgado como piezas de convicción las ropas del interfecto consistentes en una camisa de pique blanco, camiseta de punto con las iniciales P.O., pantalón de lanilla rayado, botas de lona con botones, calcetines encarnados y calzoncillos de punto; lo cual tiene perdido el color se hallan llenos de hojarasca y casi destruidas, mas una cerillera de hoja de lata con algunas cerillas encontrada en los bolsillos, también obra el tapabocas y la boina del interfecto y algunos residuos del yeso, astillas y restos de pesebreras o vacía que se ocuparon con sangre en la casa del cuadrillero Don Blasco y que después de examinados en el laboratorio químico de Barcelona, no habiendo devuelto tal cuitro unos pelos que también se ocuparon. Secretaría del Sr San Julián.
Devuelto el 13 de abril de 1912, con certificación y carta de orden del día anterior para la práctica de diligencias, se formó la pieza 5ª que comprende la misma, alcanzando la foliatura en total a 1.235 folios y declarada conclusa por auto datado en Pamplona el 24 de mayo de 1.912, el siguiente día 25 se remitió original a la Audiencia, constando de los folios indicados así como las 4 piezas de prisión y la de antecedentes penales y la de rebeldía, cuya foliatura no ha variado a no ser la de los 17 primeros procesados que consta de 16 folios.
El 11 de junio de 1912, se remite terminada a la Audiencia de Pamplona la pieza de responsabilidad civil que consta de 220 folios.
El 8 de julio de 1912, se devuelve a la superioridad la carta-orden en que se mandaba trasladar a los procesados en esta cárcel a la de Pamplona: Eudaldo Pérez, Juan Goñi, José Zapata, Manuel Reclusa, Joaquín Induráin, José Labairu y Felipe Góngora.
El 7 de noviembre de 1912, se remiten a la Audiencia de Pamplona por conducto de la alcaldía de esta villa (Aoiz), las piezas de convicción de esta causa. (La pieza de convicción es el conjunto de armas, instrumentos o efectos de cualquier clase que puedan tener relación con el delito).
El 12 de noviembre de 1912, se remite a la Audiencia la carta-orden de 23 del pasado remitida para la citación de procesados, peritos y testigos al juicio oral señalado para el 13 del propio noviembre, hora de las 10, todas cuyas citaciones hayan sido hechas debidamente.
El 9 de enero de 1913, se devuelve a la superioridad la carta-orden del 4 del mismo, librada para que Agapito Ochagavía se ratificase en un escrito dirigido al Tribunal Supremo para que se le nombrara abogado y procurador a fin de sostener como acusador privado el recurso de casación por infracción de Ley contra la sentencia dictada por la Audiencia de Pamplona en esta causa.
Habiéndose remitido a este Juzgado el 28 de enero de 1913 por la Audiencia de Pamplona con carta-orden del 22, la pieza separada del embargo para la práctica de varias diligencias llevadas que han sido a efecto, se devuelve la tal pieza compuesta de 231 folios a dicha Audiencia para la resolución procedente, según se ordenaba el 19 de febrero de 1.913.
El 15 julio 1913, se devuelve a la Audiencia de Pamplona la carta-orden del 24 de junio anterior que se remitió para hacer efectiva de don Agapito Ochagavía las costas que le fueron impuestas en la demanda de pobreza que promovió para seguir el recurso de casación que preparó contra la sentencia pronunciada por la Audiencia en esta causa; acompañándose también el cheque de la Sucursal de esta villa de la Sociedad anónima “La Agrícola de Pamplona” nº 630 a favor del Secretario de Gobierno del Tribunal Supremo por pesetas 496,90 contra el Banco Hispanoamericano de Madrid.
El 10 de octubre de 1913, se devuelve a la Audiencia de Pamplona, la carta-orden del 2 de septiembre anterior librada para hacer efectivas de don Agapito Ochagavía 1.235,75 pts. importe de las costas y posteriores que le fueron impuestas por el Tribunal Supremo en el recurso de casación que preparó ante el mismo contra la sentencia dictada por dicha Audiencia por infracción de ley sin haberse podido verificar por haber resultado insolvente.
El 1 de diciembre de 1913, compuesta de 395 folios, se devuelve a la Audiencia de Pamplona, la pieza de embargo de la causa nº 15 de 1911, practicadas que han sido las diligencias acordadas en providencia de 22 de enero de 1913 por la superioridad y pedidas por la representación del querellante Don Agapito Ochagavía, a fin de que acuerde lo que estime procedente.
Devuelta nuevamente por la Audiencia de Pamplona la pieza de embargo con certificación y carta-orden por de 6 de marzo de 1918, para la práctica de las diligencias pedidas por la acusación privada y abogado del Estado en sus escritos de 12 y 28 de febrero del mismo año y acordadas por la sala en providencia del 2 de marzo del mismo marzo, se llevaron a efecto; y el 1º de agosto de 1919, se remite otra vez a la Audiencia dicha pieza compuesta de 526 folios, para que en su vista acuerde lo procedente acompañándose unido en cuerda floja al ramo de títulos de una de las fincas embargadas y vendidas al procesado José Blasco, el cual consta de 16 folios". (copia literal de los dos últimos folios encontrados de esta causa)
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RELATOS REALISTAS SOBRE ESTE CASO
FERNANDO VIDEGAIN: "Bandidos y salteadores de caminos". Historias del bandolerismo navarro del s. XIX y XX. (Pág. 316-327).
Capítulo III de la Tercera Parte: "El crimen de Rocaforte".
"¿Quién mató al Comendador? Fuenteovejuna, señor".
Todo el pueblo parecía haberse confabulado para ocultar el crimen, y eso es lo que el vulgo decía, y lo que cantaban por caminos y tabernas los viejos ciegos copleros. Esos ciegos gañidores de voz gangosa como el de Viana, el Agustín de Tafalla, el de Murillete, el de Tulebras o la ciega renegrida y canija de Villafranca. Esos ciegos a los que Iribarren describe como “último avatar de los juglares, siempre andariegos por caminos de polvo y de guardia Civil, recitando en las plazas de los pueblos las letrillas de San Antonio, el romance a la muerte del torero o las coplas del último crimen”.
Navarra entera pedía que se hiciera justicia ¡Mueran los asesinos! Pero no era fácil descubrir el misterio que envolvía al crimen. Rocaforte era un peublo unido sólo para callar y encubrir. Una Fuenteovejuna navarra. El mismo abogado defensor de los del pueblo lo dirá al final del juicio que se siguió: “Mataron a Nicolás Ochagavía no se sabe dónde; si en Rocaforte, no se sabe quién”.
Rocaforte, con su viejo Oratorio de San Bartolomé, es una roca encasquillada en lo alto que sorbe vientos y tempestades. Basta una noche apostado a su pie, con el oído atento, para escuchar voces de fantasmas que cuentan cuentos de miedo. El pueblo es un pueblo de magia, de misticismo y de leyendas terroríficas, un pueblo roquero orlado por la mística leyenda del rosal que brotó al contacto del cayado de Francisco de Asís, y aureolado tambien por otra leyenda siniestra. La del pobre buhonero que hace muchísimos años desapareció sin que pudiera descubrirse nada, o la del sargento que hacia 1870 fue muerto en él; crimen que a juicio del letrado fiscal expió un inocente, porque los mozos de Rocaforte supieron confabularse y ocultar, como en el caso que nos ocupa, al auténtico asesino.
Rocaforte me trae el recuerdo del miserere de la Montaña, aquella leyenda fiterana que relatara un día el joven rabadán del monasterio al viejo músico peregrino, y que un día recogiera Bécquer de boca del anciano del lugar:
-¿veis aquellas ruinas que se levantan en aquel monte cercano? –dijo el rabadán de ganados al músico desconocido-, pues antiguamente fueron los torreones y muros del castillo de un gran señor quien, disgustado de los extravíos de su hijo, lo desheredó disponiendo que la fortaleza se transformase en monasterio y que todos sus bienes pasasen al domino de la comunidad que lo ocupase.
Pero sucedió que el hijo desheredado, al encontrarse sin patrimonio, cayó en la desesperación, y él y sus compañeros de aventuras entraron en el monasterio una noche de Jueves Santo en el momento preciso en que los monjes cantaban el Miserere, y después de saquear el monasterio e incendiar el templo, asesinaron a todos los frailes.
“desde entonces todos los años, en la noche de Jueves Santo, vienen del purgatoriao los frailes asesinados cantando el Miserere, como sólo saben cantarlo los frailes que se han muerto y que necesitan de la msericordia del Señor”.
Pero fue entonces cuando el músico desconocido, desprenciando el viento y la lluvia y el resplandor siniestro de los relámpagos, desapareció enseguida para ir a escuchar el Miserere que ya debía principiar pronto. Al punto de llegar a las ruinas, el peregrino oyó las once campanadas; e inmediatamente comenzaron a moverse las piedras por el suelo y se iluminó el templo. Comenzaron a oirse confusas armonías mientras se abrían los sepulcros y aparecieron los esqueletos de los fraless vistiendo sus hábitos y cantando con dolorido acento el versículo del ryu Proeta.
“Miserere mei, Deus, secundum magnam misericordiam tuam”
Los monjes, cubiertos ya de carnes sus osamentas, se arrodillaron en el coro y continuó solemne el Miserere de la Montaña. Parecía todo un conjunto de sonidos que recordaba al huracán en las selvas; al trueno que retumba en los valles; al torrente que baja de la montaña en cascadas; a los rugidos del león, a los choques de esqueletos y a los ecos de la tumba. El músico no pudo resistir tantos raudales de mùsica de otro mundo, y al escuchar el “et exultabunt ossa humiliata” cayó desvanecido al suelo.
Con el crimen de Rocaforte, y al amparo del viejo Oratorio fundado por el poverello de Asís, según es tradición, bajo sus viejos sillares, parecen conjugarse las iras de todos los muertos revividos. Son los lamentos de los huesos humillados, ossa humilliata, confundidos con el rugir de las tormentas: se resumen en ellos los ayes lastimeros de la Navarrería de Pamplona, las lamentaciones de Jeremías en Viernes Santo, los sollozos de Blanca de Navarra despedazada por agramonteses y beamonteses.
Ese tañer de las campanas moribundas en la noche del crimen es lo que hizo que el hecho de un simple asesinato se convirtiera en trágica leyenda que daba pábulo a la imaginación, Por lo demás, Rocaforte era un pueblo tranquilo donde florecía la higuera de Francisco de Asís en el Oratorio, y donde la fuente manaba aguas de devoción en el camino romeu de los peregrinos.
Pero una noche…
Eran las fiestas del pueblo. De Tabar había salido el dia 6 de febrero de 1911, camino de Sangüesa, un joven zapatero de diecinueve años que no pensaba sino en arreglar unos asuntos de su oficio. La noticia perdida, si es que noticia podía ser aquello en una Navarra golpeada por los crímenes de Villafranca, el de la calle Eslava, los de Badostáin, el de Lumbier y alguno más, venía así de resumida en uno de los periódicos locales de la época:
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EL PENSAMIENTO NAVARRO. Sección: Noticias.
“Pamplona, 19 de febrero de 1911.
Comunican de Tabar que desde el día 6 del actual falta de aquella villa el vecino de la misma Nicolás Ochagavía Arrieta, de 19 años, soltero, zapatero. Que salió a recoger el correo del coche de Pamplona a Sangüesa, sin que hasta la fecha se sepa dónde se halla, temiéndose le haya ocurrido alguna desgracia”.
Y el martes 25 de abril:
“Por un telegrama que ayer se recibió en la Audiencia se sabe que en jurisdicción de Cáseda ha aparecido el cadáver del joven Nicolás Ochagavía, vecino de Tabar, que desapareció de Rocaforte el día 9 de febrero, sin que de entonces a la fecha se haya podido averiguar nada acerca de su paradero, a pesar de las activas y múltiples gestiones practicadas con ese fin.
El juzgado de Aoiz ha salido para el lugar del triste hallazgo”.
¿Qué es lo que había sucedido entre una y otra fecha?. El crimen y una serie de acciones que, junto con el msterio en que todo ello se vio envuelto durante esos dos largos meses, acabarían por convertir el caso en una trágica leyenda magnificada al correr el tiempo.
En la tarde del 6 de febrero sale el joven Nicolás de su casa paterna camino de Sangüesa. El cielo está encapotado y llovizna, apretándose el cielo y el paisaje en un abrazo de tintes lechosos y aire frío. En la Ventilla de Lumbier se detiene a echar un trago y llega a Sangüesa algo después de las seis de la tarde. Trata unos negocios de su oficio con un zapaterico conocido y se topa con un mozo de los de la cuadrilla del Oratorio de Rocaforte, que le invita a subir a fiestas del pueblo a cenar, a bailar luego y a jugar a las cartas. Nicolás accede y sube al pueblo.
Durante la noche del 6, y los días 7 y 8, convive con los de la cuadrilla y en compañía también con otros mozos de Lumbier, de Gallipienzo y de Enériz, con quienes come, baila y juega al mus, a la carteta y al parar. Viste pantalón de lanilla azul, camisa blanca de piqué, botas de cuero con botones y calcetines rojos; se cubre de una boina y usa tapabocas.
La noche del día 8, después de cenar, baila con una chica de nombre Avelina al compás de una música que tocan los Zocos o Charranes, del pueblo de Aibar. Cuando la música acaba, ya de madrugada, se sube con los de la cuadrilla al Oratorio y casa de José Blasco a echar la partida. Están también los de Lumbier y la cosa se calienta. Nicolás comienza a ganar y observa malas caras. Recibe incluso amenazas.
-no has de llevarte ese dinero a tu pueblo, carajo.
Advierte que se maquina contra él, que hablan unos en voz baja y que otros salen y entran de la habitación profiriendo insultos y mirándole torvamente. Manuel Reclusa, uno de los mozos de Lumbier, se encara abiertamente con Nicolás.
-aguarda un poco, que aún hay tiempo para que te vuelvas a casa.
Se ven entre los ceñidores puñales y pistolas, y el ambiente se está caldeando más de la cuenta. Nicolás insiste en irse.
-ya es hora, son las tres de la madrugada y tengo que marchar.
Uno de los de la cuadrilla de Rocaforte sale, dice, a hacer sus necesidades. Pero se aposta escondido junto a la tapia de una era suya cercana. Si Nicolás huye, ha de pasar por allí. Está la noche ventosa pero no llueve. Manuel Reclusa, el Chapa, le insiste en que se quede.
-Si te vas, te doy un zaborrazo.
Pero Nicolás aprovecha un descuido para echarse a correr a tumba abierta por el portillo que desde Rocaforte baja a Sangüesa por la Ventica. Al llegar a un olivarico le ancanza un peñazo o cantalazo que le tira uno de los que le persiguen. Son dos, el que se había escondido en la era y otro, el más joven de todos, de nombre Eudaldo.
Nicolás cae de bruces alcanzado por el cantalazo. Se le echan encima los dos mozos y le asestan por la espalda tres puñaladas, dos de ellas mortales de necesidad. Arrojan el cadáver a un barranco cercano justo en el momento en que aparecen los mozos de la cuadrilla de Lumbier camino de su pueblo. Uno de ello es el Chapa, con quien Nicolás había tenido la discusión inicial.
-¿Qué?
-Nada –reponde el de Rocaforte. Le hemos dáu un cantalazo y ha escapáu. Aquí tienes la boina y el tapabocas que ha perdido en la huida. Llévatela a tu casa que por allí ha de pasar si no es un día, otro.
-Buenas, pues.
Pero no está eso nada claro. Ha habido un guiño a la luz de la luna.
Los de Rocaforte suben al Oratorio, donde ha quedado el resto de los de la cuadrilla.
-le he pegao un zoborrazo que no ha de pasar más frío, dice X.
Lo entienden todos. Y es cuando comienzan las maquinaciones para esconder el cadáver.
-Aquí nadie sabe nada, ¿vale?. El Nicolás se ha escapáu y no sabemos más.
La Ferminica, que es la madre del Blasco y dueña de la casa del Oratorio, lo oye todo. Pero va a callar también como una muerta. Lo más que dirá días más tarde es que aquella noche de la madrugada del 9 le empezaron a doler los higadillos de todo lo que estaba pasando.
A los gritos de la reyerta habida antes de escapar el Nicolás, se ha levantado de la cama el alcalde, quien con el alguacil acude también a la casa de Blasco.
-Para cuando yo llegué, ya se había escapáu el Nicolás. Los mozos me dijeron que habían discutido y nada más.
Pero no. También él entra en el juego lo mismo que el alguacil y el mismo guarda de campo.
-Hoy lo escondemos y tú dices mañana, o cuando sea, que lo has visto de par de mañana por ande el Olivarico camino de Lumbier, ¿vale?
Todos se conjuran para callar. Y aun al mismo guarda de Liédena le dan la misma consigna.
-Tú, chitón. Y si es caso dices lo mismo que éste, que le has visto andar por ande la loma del Olivarico camino del Ventorrillo tal día como mañana a eso de las once.
La noche es clara de luna y no hacen falta faroles. Todos, menos tres o cuatro de la cuadrilla, se van a dormir, Ya se han acabado las fiestas, y el Ochagavía no ha de pasar más frío.
-Vamos.
Cogen un mandil, o cubierta del colchón, y bajan al barranco donde yace muerto el de Tabar. Se lo suben envuelto en el mandil a la casa de Blasco y lo tienden sobre la mesa donde han estado jugando a la carteta y al parar. Se ceban en el cadáver y lo profanan, le rompen las piernas. Luego, lo bajan metido en el mandi a la pesebrera. Lo escaldan en agua hirviendo.
El padre de Nicolás, Agapito Ochagavía Elorrio, empieza el día 9 a extrañarse de que su hijo no vuelva a casa. Y comienza a hacer gestiones personales tras conocer que su hijo había estado en las fiestas de Rocaforte con los de la cuadrila y la de Lumbier. Si no es que el Chapa le da la boina y el tapabocas de su hijo, nadie sabe decirle nada. Estuvo allí, le dicen; comió y bailó con los de la cuadrilla, y la madrugada del 9 desapareció. Da entonces parte a la Guardia civil y al juzgado. Pero no hay una sola pista que les lleve a esclarecer el hecho. Al cabo de los días, dándole ya por muerto, el padre comienza a hacer gestiones para traer de Francia sabuesos policíacos olfateadores de cadáveres.
Todo es misterio, maquinación e intrigas. Cuando la justicia inicia sus averiguaciones, el ùnico dato claro es el que da el guarda de Rocaforte y el de Liédena: que de once a doce de la mañana del día 9 –dice el de Rocaforte- vio a un hombre que sin boina ni tapabocas se dirigía hacia Lumbier; suponiendo que sería el Nicolás Ochagavía. Dice casi lo mismo el de Liédena; que a esas hortas vio pasar por el Abal de Rocaforte a un joven sin boina aunque con blusa, que cree sería Nicolás, y que iba a paso templado. Confabulados con los mozos, dieron la pista falsa para despistar a la justicia.
En la pesebrera del antiguo Oratorio el cadáver de Nicolás ha comenzado a descomponerse. No es bueno retenerlo allí más tiempo, entre otras cosas porque pronto ha de presentarse la justicia a hacer sus averiguaciones. El día 9, Blasco pide un baste a Baldomero Pérez para bajar trigo a la fábrica de harinas de Sangüesa. Y vuelve a repetir el viaje los días 10 y 11. En una de las cargas introduce el cadáver de Nicolás y lo lleva por caminos extraviados que pasan por junto a los corrales de Aibar, a la presa de Cáseda. Dirá más tarde el sargento de la Guardia civil que los perros ladraban lastimosamente en aquellos días, y que unos pastores dijeron haber visto a horas extrañas y por caminos no transitados una comitiva fúnebre.
El día 3 de abril se recibe en Tabar un anónimo en el que se comunica al padre de Nicolás que el alcalde y mozos de Rocaforte saben dónde está el cadáver de su hijo, y que éste se encontraba en el río. Vuelven a reanudarse las gestiones y averiguaciones, pero sin éxito. En tanto, en el Círculo carlista de Sangüesa, están ahora reunidos para comer las dos cuadrillas de mozos junto con los dos guardas; el de Liédena, apodado el Tordo, cantó varias coplas alusivas al de Tabar; entre ellas la siguiente:
El zapatero de Tabar
Se ha escapáu de Rocaforte,
Pero el Tordo de Liédena
Lo vio ir por el Abal.
Y hay risas, Y como no para de correr el vino, hasta Manuel Reclusa se anima:
El zapatero de Tabar
Ha echáu la suerte
En el Abal
De Rocaforte.
Es ya día 22 de abril y hay boda en casa de la Fernandica, en Liédena. El tordo está animado y canta:
El zapatero de Tabar
Ha hecho la suerte
La, ra, la… la, ra. La
Por el Abal de Rocaforte.
Esa tarde se hacen exhumaciones de cadáveres en el cementerio de Rocafotte. Sopla un fuerte viento y los huesos de los muertos parecen quejarse del ultraje y de que nos se les respete la paz.
Justo un día después aparecía el cadáver de Nicolás en la electra de Cáseda. Vicente Arrieta, el molinero, se lo encontró en seco sobre el canto de la presa al cerrar la mayor de las tres compuertas cuando iba a arreglar una turbina. Pudo ser sólo reconocido por las iniciales P.O. bordadas en rojo sobre la camisera; iniciales que correspondían a Pablo Ochagavía, hermano del muerto. Y también por una cerillera de hojalata que llevaba en uno de los bolsillos de pantalón.
El juicio que se siguió reunió en el Palacio de Justicia de Pamplona a una numerosísima concurrencia y duró cinco días. No pudo sacarse en limpio casi nada.
El letrado de la acusación privada, Don Ángel Lazcano, pinta con negros colores las profanaciones de que fue objeto el cadáver, la angustia del padre al reocnocerlo, y la pena de tenerlo que abandonar en cementerio extraño, en donde “sobre la tumba no crecerá una flor ni caerá una lágrima”
Era la tarde del 19 de noviembre de 1912 y poco después sería dictada la sentencia. el que se creyó que era autor material del crimen fue condenado a cadena perpetua. Otros fueron condenados a penas menores y alguno absuelto. Desde la Audiencia a la cárcel los procesados volvieron “envueltos en la oscuridad y la lluvia de la noche que estaba negra, triste, quizás más triste y negra todavía que aquella otra del ocho al nueve de febrero en que el desventurado Nicolás Ochagavía Arrieta fue muerto en el Abal de Rocaforte”.
He seguido en lo fundamental la versión que de los hechos se dio en los periódicos de la época, fieles a su vez a lo reflejado en el juicio. Sin embargo todo el mundo decía que quien había ido a la cárcel no era el criminal sino alguien que por dinero se había avenido a pasar por tal. Hubo promesas, dicen, de que pronto habían de sacarlo de la cárcel.
Cuentan que el verdadero asesino huyó a América, y que poco antes de morir se declaró culpable en confesión.
Poco más quiero decir de lo que se me ha referido, sino que Nicolás Ochagavía tenía fama de guapo y de buen jugador, Lo cual al parecer motivaba muchos celos y envidias. No sólo en Rocaforte.
Acababa de llegar con bastante dinero de las fiestas de Artieda y de allí había ido a las de Santa Águeda de Rocaforte.
Pronto comenzaron a circular las coplas del crimen. Las que aquí transcribo fueron compuestas por el notario de Tudela don Felipe Flórez. Fueron las que más fama alcanzaron. Se vendían a perrilla en el Madrid de los años veinte y las cantaba para admiración de mozas, dueñas y menegildas, el ciego de Sangüesa. Cantándolas, en dos meses llegó a ganar mil quinientas pesetas. Lo que fue su perdición. Se dio al vino y una mañana se lo encontraron tumbado y muerto junto a un orillo de la carretera. (hasta aquí tomado de Videgáin. No expongo el romance que Videgáin copia de José Mª Iribarren, porque va a continuación en la revista "PREGÓN".)
(Tomado de “PREGÓN”, revista gráfica trimestral. Pamplona, diciembre 1947. Número extraordinario. 10 ptas. Director: José Díaz Jacome. Subdirector: Faustino Corella Estella. Año IV. Nº 14. Redacción y administración: Paseo Sarasate, nº 9, 2º.)
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EL ROMANCE DEL CRIMEN DE ROCAFORTE.
Por JIM. (José Mª Iribarren)
“Para entretenimiento de los lectores de la revista PREGÓN, voy a reproducir lo más granado de unas coplas de auténtico ciego y de auténtico crimen, que corrieron hace unos años por Navarra, que las cantaba, acompañado de guitarra, el ciego de Sangüesa, y que fueron pasto de admiración de mozas, dueñas y menegildas.
El romance lo compuso Don Felipe Flórez, entonces notario de Aoiz, más tarde de Tudela y hoy (diciembre 1947), de Vitoria.
A Flórez le dotaron las musas de una asombrosa facilidad de versificador, especialista en escribir cartas, felicitaciones etc.
Este simpático notario, amigo de las Musas, que ya siendo estudiante, había puesto en verso varios artículos del Código Civil, de la ley de Aguas, de la ley hipotecaria, etc. se dedicó también a componer romances para ciegos y aparte del dedicado a la muerte de Joselito, compuso el crimen del Expreso de Andalucía del año 1924 y el de:
“Crimen de Rocaforte” del año 1911.
El romance de este último suceso está impreso en Madrid, y su primera plana es un grabado ochocentista de una Virgen, firmado por Ortega.
Felipe Flórez acertó a dar a la composición el sabor rudo y áspero de los romances de ciego y crimen. (Este notario de Aoiz sí que debió leer el "tocho" del caso, pues lógicamente por pertenecer al ramo de la judicatura, lo tendría a mano)
Ved su comienzo:
“Memorable relación
del crimen que cometieron,
en el mismo Rocaforte,
un pueblecito pequeño
de la provincia Navarra,
en una noche de invierno,
unos cuantos desalmados
llevados de desenfreno.
Es la historia que estremece
al hombre de honrado pecho,
produciendo indignación,
repugnancia y menosprecio”.
Después de tal preámbulo enjaretado al desgaire, con los tranquilos ripios e hipérboles propios de estas composiciones truculentas, el autor entra a describir la figura de la víctima con pinceladas que le hacen aparecer simpático y galán alegre.
“Nicolás Ochagavía
era un mozo sandunguero,
arrogante, bien plantado,
con los ojos grandes y negros.
A las mozas daba labia
y a los mozos daba celos.
…. … … … … … … … …
Era de temple festivo
alegre, dicharachero,
de suerte con las mujeres
y afortunado en el juego”.
Nicolás Ochagavía, (según se dice a continuación) era hijo del zapatero de Tabar y el 8 de febrero de 1911, marchó a las fiestas de Rocaforte.
Por la noche, después de cenar bien en la taberna y de rondar las calles con algunos amigos, se enzarzó en una fuerte partida de naipes, donde:
“Fue Nicolás, como siempre,
de la suerte el predilecto.
Ganaba cuanto ponía
haciendo buenas a cientos.
Los demás a media noche,
ya no tenían dinero.
… … … … … … … … …
No les quedaba ni un cuarto,
y hasta el propio tabernero
estaba ya temeroso
de no cobrar el carnero,
que les puso para cena
con exquisitos pimientos”.
Los perdidosos juraban y maldecían, llenos de envidia y rabia.
“La rabia llegó a su colmo,
y los que eran más perversos,
en un instante maldito,
concibieron el proyecto,
de robarle las pesetas,
a este mozo forastero”.
Alguien previno a Ochagavía de lo que contra él tramaban sus enemigos, y el mozo se apercibió a la defensa. De poco le valió su previsión. Se vio de pronto rodeado por varios hombres. Considerándose perdido, saltó por la ventana a la calle; echó a correr; le cortaron el paso unos desconocidos:
“Y con un terrible acero,
le dieron tal puñalada
que en el acto quedó muerto.
Le quitaron unas onzas
las cuales se repartieron,
dejando de intento un duro
en el bolso del chaleco.
Recogieron su cadáver
que en un pesebre pusieron
y en brevísimos instantes,
aprovechando del silencio,
con hachas bien afiladas
y sus golpes muy certeros,
despedazaron sus carnes
y deshicieron sus huesos.
Metieron todo en un saco,
que ataron por el extremo,
y al pronto, pensaron todos
allí mismo darle fuego
y convertir en cenizas
aquellos sagrados restos.
Pero ya rayaba el día
y era vano tal intento.
Lo cargaron en un macho
y se quitaron el muerto
arrojándolo al río,
donde estuvo mucho tiempo,
hasta que por fin flotó
casi todo descompuesto,
siendo el 23 de abril
cuando apareció deshecho
sobre la presa de Cáseda
mezclado con barro y cieno”.
Flórez explica cómo los criminales se pusieron de acuerdo en declarar que Ochagavía volvió a su pueblo y lograron que algunos guardas y pastores testimoniasen que lo habían visto por el camino. A fin de descargar sobre otros la culpa, hicieron que varias ropas de la víctima apareciesen en Lumbier, días después del crimen.
“Con lo cual sólo lograron
que inocentes fueran presos.
La madre de Nicolás
se murió de sentimiento.
Su novia volvióse loca,
su padre se puso enfermo.
… … … … … … … …
Casi dos años costó
la formación del proceso
y por fin se dio sentencia
que escuchamos muy atentos:
Los culpables, a presidio,
los inocentes absueltos”.
Y como final:
“Si en el fallo hubiera error,
que muy fácil puede haberlo,
y por él, el asesino
estuviera por ahí suelto,
tenga éste por seguro,
que ya no tendrá sosiego.
Además llegará un día,
en que será descubierto,
y entre tanto sufrirá,
horribles remordimientos.”
Como Flórez lo preveía, así ocurrió. El verdadero criminal, el que mató a Nicolás Ochagavía, no fue condenado. Pasaron muchos años y a la hora de morir se confesó autor de la muerte.
Lo curioso de este romance, -según me dijo Flórez-, es que logró tal éxito que produjo una víctima. Flórez le dio las copias a vender al ciego de Sangüesa. Tuvieron tal aceptación, que el buen ciego ganó en dos meses 1.500 ptas. El hombre, al verse dueño de tal capital, se dio al vino (al que ya por lo visto era muy aficionado) y en poco tiempo se alcoholizó tan concienzudamente, que una mañana se lo encontraron muerto en la carretera.
(hasta aquí, José Mª Iribarren)